Intensidad emocional

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La importancia de regular nuestras emociones

Si has entrado en esta sección, es muy probable que lleves un tiempo sintiéndote mal, quizá con la sensación de que siempre acabas fastidiando tus relaciones o proyectos porque, llegado cierto momento, tus emociones (especialmente la rabia, el miedo y la tristeza) te invaden y parecen tomar el control de tu vida.

Seguro que en muchas ocasiones has intentado hacer las cosas mejor, que incluso hayas tenido temporadas en las que parecía que el cambio había llegado, pero otra vez has vuelto a caer en huracanes emocionales que vuelven a arrasar con todo, dejándote con una sensación de impotencia y culpa.

Estas situaciones suelen darse cuando nuestro mundo emocional es muy intenso y todavía no hemos integrado herramientas que nos permitan entendernos y manejarnos de manera sana.

Cómo mejorar el autoconocimiento de nuestras emociones

En terapia psicológica el primer paso será promover el autoconocimiento de tus emociones, ya que no podemos curar lo que no podemos sentir, lo que tememos o a lo que no sabemos dar nombre y forma.

El segundo paso será conocer cuáles son las herramientas de regulación emocional que tú necesitas en este momento y cómo podemos ir integrándolas en tu día a día para ir probando y consolidando nuevas formas de comprender, sentir y actuar que nos permitan crear experiencias y vínculos saludables.

Si estás pensando en iniciar un proceso psicológico, ponte en contacto mediante el formulario que tienes en esta página.

Dudas frecuentes sobre Intensidad emocional

No existen emociones buenas o malas, aunque muchas veces escuchemos “emociones negativas”. Todas las emociones son valiosas porque nos ayudan a sobrevivir y adaptarnos a nuestro entorno, lo que pasa que algunas se sienten más desagradables que otras, como la rabia, la tristeza o el miedo, sobre todo si no sabemos por qué surgen ni cómo podemos beneficiarnos de ellas.

En el momento en el que vamos desarrollando un vocabulario emocional rico y podemos nombrar más fácilmente lo que sentimos, podemos empezar a apreciar las emociones como aliadas en lugar de sentirlas como enemigas.

Todas las emociones son buenas porque todas, por desagradables que sean, tienen una función: protegernos y vivir lo mejor posible.

Por ejemplo, cuando sentimos mucha rabia o enfado hacia alguien, nuestra emoción nos está avisando de que existe un conflicto con esa persona por el que el cuerpo siente que ha de defenderse, que algo no le parece justo, es decir, que se están vulnerando nuestros derechos.

Sentir esta emoción es legítimo y válido, sea razonable o no, ya que no tenemos control sobre lo que sentimos, pero cómo actuamos frente a esa emoción es una decisión que ha de ser responsable. Tanto tragarnos el enfado (muchas veces por el temor a la culpa) como descargarlo sin filtro, no hace que su función se lleve a cabo, sino que probablemente empeora la situación.

Un proceso terapéutico para la regulación emocional te permitirá detectar los motivos de tus emociones, su función y las herramientas para sentirlas y expresarlas de la manera más beneficiosa para ti y para tu entorno.

¡Cuidado con las etiquetas y con los auto-diagnósticos! Un diagnóstico ha de ser realizado por una personal profesional competente de la psicología y/o la psiquiatría, e incluso en esos casos el diagnóstico puede no ser del todo acertado.

Desde Llum Psicología abogamos por intervenciones libres de etiquetas, ya que entendemos la afectación de la salud mental como un aglomerado de síntomas que se explican desde una base tanto biológica pero en gran medida ambiental, por lo que nos ocurre en la vida y por las formas que aprendemos para sobrellevar el sufrimiento lo mejor posible.

Una persona puede tener una tendencia biológica a ser más sensible, es decir, a experimentar las emociones de forma más frecuente y/o intensa, pero en gran medida la fuente del malestar no es su forma de sentir, sino la invalidación de su entorno hacia esas emociones y un largo aprendizaje de fórmulas desafortunadas para descargar su emoción en un intento de calmar su malestar.

Por tanto, lo más importante en un proceso terapéutico será conocer mejor el mundo emocional propio, validarlo tal como es, y a partir de ahí integrar nuevas formas de regular esas emociones para que no resulten perjudiciales para la persona ni para su entorno.

Si es necesario establecer un diagnóstico clínico, será resultado de una evaluación exhaustiva y la valoración de que ese diagnóstico sea beneficioso para la persona.

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